Testimonio de Prótesis de Rodilla.
Una Ferretería dentro de mi Pierna. Autora: Carmen de la Morena
En el caminar de nuestras vidas nos encontramos con momentos duros y difíciles, en los cuales nos enfrentamos con la duda de tomar una decisión.
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Sinceramente, volviendo a escuchar y leer las vivencias de otras personas de esta comunidad, creo que “mi caso” no es merecedor de estar incluido en este capítulo de las experiencias que otros muchos seres humanos han tenido que pasar durante un largo o corto tiempo, pero siempre interminable, de dolencias, desánimo, incertidumbres…
Estoy aquí no sólo para contaros “mi caso”. Quiero llegar hasta vosotros para deciros que lo que nos ocurre en la vida, ni todo es bueno, alguna cosa es regular y, desde luego, nada es malo (esta palabra -malo- tenemos que suprimirla de nuestro vocabulario y de nuestra mente). En el caminar de nuestras vidas nos encontramos con momentos duros y difíciles, en los cuales nos enfrentamos con la duda de tomar una decisión.
Yo no tuve la oportunidad de dudar ni de decidir. Me lo sirvieron como aquel que dice “en bandeja”. Todo comenzó cuando al regresar a casa, me encontré con un grupo que salía de un Hotel que está al lado y de ahí lo clásico: las despedidas, unos que avanzan, otros que retroceden -yo también- y allí estaba el bordillo de la acera esperándome; aunque me apoye en un coche, me deslice en la calzada y el resultado del desliz fue que el fémur se fracturó en cinco partes. A urgencias me llevaron y allí escuche el “hay que operar”, palabra tan temida por muchos.
“Mi caso” fue trasladado a Madrid a un Hospital, de allí a una habitación y, cinco días después, al quirófano. De la sala de intervenciones de vuelta a la habitación con una ferretería dentro de la pierna -mezcla de tornillos, alambres, placa, huesos y no sé cuántas cosas más-. Después de un mes contemplando el techo, tras mi intervención, me llevaron a casa (donde seguí contemplando el techo y alternando esta visión con la silla de ruedas).
Como entretenimiento contaba con las sesiones de rehabilitación que, en ocasiones, fueron un poquillo molestas. Lentamente los músculos fueron relajándose, la pierna casi volvió a su estado natural, las andaduras fueron más largas, las escaleras menos difíciles de subir y bajar, los bastones mis fieles compañeros y…
Después de cinco meses me pude duchar ¡YO SOLA!.
El excelente equipo de cirujanos traumatólogos, del que formaba parte Manuel Villanueva; la eficacia de los fisioterapeutas y, también, porque no he de decirlo, mi voluntad y empeño, unido a la suerte hicieron que fuese posible, meses más tarde, caminar con un bastón y las debidas precauciones.
Pero ¡ay!, no con todas… Para subir escaleras 1* la pierna buena, luego la otra! … ¡Pues no! Un día lo hice al contrario… La consecuencia fue un pequeño esguince, una nueva fractura en la zona ya casi curada y ¡hala!, vuelta a empezar con el reposo, detrás de este, el quirófano, la rehabilitación. Las manos mágicas volvieron a realizar el prodigio, teniendo la misma fortuna. Aunque ampliaron el material ferretero de mi pierna, la recuperación fue más rápida y benévola.
Hoy, siete años después, las prótesis están inamovibles, el fallo en la recuperación está en mi negligencia para hacer los ejercicios gimnásticos pertinentes que me han prescrito, lo que me permite visitar a mi doctor Manuel para que me reprenda, aunque, sinceramente, prefiero visitar sus magníficas exposiciones de fotografías que mirar las radiografías que en exclusiva dedica a mi fémur y a todo el engranaje que le protege.
Comentario del Dr. Villanueva al testimonio de prótesis de rodilla. ⏬
Carmen consigue, con su fino humor y su carácter indómito, relativizar el calvario que pasó.
Las fracturas periprotésicas del fémur (una fractura del fémur en el que ya hay colocada una prótesis) son una causa cada vez más frecuente de prótesis de revisión de cadera, superando incluso a las luxaciones y a la infección, en algunas series.
Su prevalencia se estima entre el 1% y el 3%, aunque aumenta en las reprótesis y en las artroplastias cementadas. Esto es así porque cada vez operamos a pacientes más mayores, más debilitados, con osteoporosis o con problemas asociados que hacen que se puedan caer con mayor frecuencia y, con el traumatismo, pueden provocarse estas fracturas, de difícil solución o, incluso, aflojar las prótesis cementadas, si la calidad del hueso no es óptima.
El porcentaje de complicaciones y malos resultados es muy elevado superando, para algunos tipos de fractura el 30%.
Las fracturas peri protésicas del fémur se dividen en:
☑️ Tipo A: en la zona proximal, en la zona del trocánter menor o mayor, que es donde se insertan los músculos, por lo que si no se reducen y tratan bien pueden generar inestabilidad y pobre función de la pierna.
☑️ Tipo B, en la zona de hueso donde está colocada la prótesis y Tipo C, en la zona del extremo del fémur, lejos de la prótesis.
Hay una subclasificación del tipo B, dependiendo de factores como:
▶️ La prótesis esté bien anclada en el hueso, es decir, no esté suelta. Tipo B1. En este caso no hay que cambiar la prótesis, sólo sintetizar la fractura y proteger el apoyo tanto tiempo como sea necesario.
▶️ La prótesis esté suelta. Tipo B2. En este caso hay que recambiar la prótesis a la vez que se estabiliza la fractura. Los principios que hay que aplicar son otros y, con frecuencia, puede necesitarse injerto de hueso, para aumentar la reserva del paciente y para mejorar su capacidad biológica.
▶️ Hay una grave pérdida de hueso, la prótesis está aflojada y la fractura es muy conminuta. Tipo B3. Estas son las más complejas porque al problema mecánico se suma un problema biológico de debilidad o pérdida de hueso.
En ocasiones, a todo esto, se añade una infección previa, como en varios casos ilustrados en la web en el capítulo de “ casos clínicos complejos”, por lo que no puedes hacer la reconstrucción, utilizando prótesis largas, placas, tornillos e injertos y cerclajes de alambre hasta estar completamente seguro de hacer eliminado esta. De otra forma tendríamos una infección aún más grave, de todo el fémur.
El reto del cirujano es estabilizar la fractura, dejar una prótesis bien anclada en el hueso, aumentar la reserva del mismo o poner injerto para que el paciente tenga más reserva para el futuro, mantener la función de la pierna y evitar nuevas complicaciones, como la infección.
Las fracturas B1 son las que tienen mejor pronóstico por lo que, con frecuencia, la mejor manera de conseguir estos objetivos es transformar una fractura B2 o B3 en una B1.
Esto suele conseguirse siendo agresivo, poniendo prótesis más largas, injertos y placas.
Pese a hacer una buena cirugía existen unos meses de debilidad de la reconstrucción, en los que una caída, un golpe u otro problema puede hacer que la balanza se incline hacia el fracaso.
Por lo tanto, otro problema que el cirujano debe considerar es que, cuando se utilizan injertos grandes (los llamamos aloinjertos masivos), la incorporación biológica (unión al hueso del paciente) es más lenta e impredecible que la radiológica, situando el momento de máxima debilidad de los aloinjertos entorno a los seis meses o un año.
En este periodo, al incorporarse (siempre parcialmente) al hueso del paciente, aumenta su riego o vascularización, pero también su fragilidad. Esto puede conllevar fracasos tardíos, pese a una buena evolución radiológica inicial. Además, el porcentaje de infección profunda con la utilización de estos aloinjertos puede alcanzar el 20%.
En general, la experiencia y la literatura nos demuestran que, siendo más agresivos aumentas las posibilidades de éxito y reduces la principal complicación, que es que la fractura no se una o que se vuelva a fracturar el fémur antes de que el callo óseo de reparación sea tan fuerte como el hueso normal.
El caso de Carmen es un caso muy ilustrativo de las complicaciones posibles y de los periodos tan largos de curación, aunque ella tuvo la fe y la paciencia para enfrentarse a su enfermedad y trabajar para no perder movilidad en la rodilla ni en la cadera (otra posible complicación).
Ahora ha tenido la amabilidad de compartirlo en esta comunidad y, cada vez que entra en la consulta, damos por buenas las horas de quirófano y las semanas de incertidumbre.
Gracias Carmen. No cambies nunca.
Gracias por compartir: